Diego Arredondo
Cimbran los techos con esta tormenta,
Stan Getz se oye tan cerca y distante
grácil soplido que contrasta con el rayo.
Sudando en la humedad de junio,
percibo mi respiración al filo de dormirme
hasta que no siento mi rostro ni mis manos.
Siento en cambio retumbar el cielo
extraviarme en cálculos de tiempo y de sonido
en cálculos de saxofón y truenos.
Cómo soñar sin confundir el gusto y el olfato
si me separa de islote a islote un vasto lago
y se escabullen uno tras otro los amores.
Pretendí ligar los caminos donde dejé huella con los del sueño
pero son impenetrables.
Del primero, se borra la amargura en una siesta,
del segundo, se disuelven los placeres pestañeando.
A dónde debo ir para aliviarme de esta errancia
y converger en puro entendimiento.
El saxofón de Getz es una lenta oleada que despierta
y la felicidad no es salvación cuando sofoca,
también la pesadumbre ofrenda vida
y el de la sangre hirviendo se acobarda.
Hay quien no distingue entre el metal de Getz y Lester Young,
hay quien sueña con desembarcar en una playa limpia
y echar raíces,
y algunos despiertan a solas empapados
besando a su difunto padre en medio de los sueños
o imaginan que su hermano llega a casa con una luz y redimido,
bajo el silbido de la noche
de comunión del jazz con la tormenta.
ASTRAL (FRAGMENTOS)
Sé que habitas cualquier calle
cualquier pájaro a mitad del viento
sé que anidas en la garganta de los ángeles
y que tu voz palpita en la sangre del manzano
y sé también que hierves
con un temblor en donde nos besamos
desmemoriando la muerte
a la sombra de un canario
* * *
Si se cambiara el rumbo en la rompiente
detrás de una ráfaga de aire
ciega entre las ramas
sajaras el miedo
si tu vientre concediera un grano de sol a mi caída
seríamos pájaros en el dorso de la noche
tanta luz vertida
alrededor de tu figura
te colmaría la vastedad del hambre
* * *
Perdido el espíritu
se encaminan siglos religiosos
estelares
Llegarán seres a concluir la obra
llegarán en forma de mujeres – nácar
mujeres – Cristo
mujeres – astro
mujeres de líquidos cuerpos
mujer eclipse y ave
mujer que resucita
portadoras de la lluvia
albas tejedoras de nubes
mujer-cometa
mujer-origen
mujer de péndulo
mujer de ingrávida memoria
sanadoras de lo negro
nos concederán el vuelo
el dominio del aire
el rozar lo sagrado
mujeres-trance
mujeres-ritmo
mujeres-monje
mujeres-yogui
mujer-faquir
mujer despierta
que digiere y desfigura el odio
devora y pulveriza el odio
transforma el odio en pura calma
mujeres – canto
mujeres – danza
con sus ojos místicos
esconden sus ojos de carne
y muestran su abrazo de barro
vertiendo aliento a nuestra esencia
en un arpegio
Damas del agua
mujeres – sueño
mujeres – verbo
mujeres – alma
mujer viajera
mujeres pájaro y montaña
que miran el habla de los animales
y el idioma del río
y el lenguaje de los hombres
y el aullido de las plantas
mujer matriz de la gran vida
mujer de vientre blanco
mujer-abismo
Llegarán mujeres de océanos espirales
manando sus raíces como lluvia
llegarán mujeres de cálidos ramajes
y sincrónicos caminos
mujeres – hierba
mujeres – fruto
mujer con ojos de agua
mujer – reposo
mujer – mujeres
mujer
mujeres
EPITAFIO
Aquí descansa solamente el aire
mi fruto a las raíces ofrecí
y desprendida me embarqué a la huerta
para aflorar en donde todo es quieto
PRIMERA DERROTA
Caminemos como las hojas
que al desprenderse ruedan,
salgamos a pisar las charcas
y los sitios donde alguna vez amamos.
Prestemos oídos al aroma de la arcilla
al instante y a las llagas,
a los últimos frutos que del parque nacen,
y miremos a lo lejos como llora un rebaño de patrullas,
una alarma sin un pecho que la calme,
una ciudad cercada en la borrasca,
una mujer que no quiere saber más nada.
Dejémonos hundidos en el dulzor de la cerveza,
mientras gime dilatada la lluvia
y le responden unos pies gastados salpicando cieno,
ecos de aquel que no regresa a casa
como las hojas que al desprenderse ruedan
Truenos que emergen de la tierra,
cartas elevándose hasta lo irreconocible,
la existencia despeñándose
entre aguacero y aguacero.
SEGUNDA DERROTA
Ya no canta el gallo
lo violeta es triste
como de un color lloroso.
Ya no asustan las campanas,
hay un sonido helado,
paseando por las vías,
descansan las banquetas
donde nos emborrachábamos.
En un fuego ennegrecido
se me acerca la mañana.
Diego Arredondo Morales (Estado de México, México). Licenciado en Sociología por la FES Aragón. Miembro de los colectivos Círculo del Viento, Cero y Taller Maladrón. Co-fundador de la revista Pájaro Azul. Seleccionado en el Encuentro de poesía CALCO (Cali, Colombia 2014). Becario de poesía en el Festival Interfaz-ISSSTE 2017. Beneficiario del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales 2019 del Fonca. Su trabajo ha sido publicado en diversas antologías de poesía como La memoria del agua y Escrito estará otro cielo del taller de poesía “Óscar Oliva”. Publicó con ediciones Maladrón su libro de poesía Astral (2017). Actualmente es docente del seminario de Creación Literaria en el Museo Casa de Morelos y estudia Guión Cinematográfico en el CCC.
